El genial Beytelmann interpreta en piano solo clásicos del tango argentino.
«Ignacio, te acordás ?», antes que se cierre la puerta del estudio sobre las notas esbozadas de un tango perdido en el tiempo , esta última interpelación revela todo su sentido. Desde «Los mareados» de Juan Carlos Cobián hasta «¡Sigamos!» de Gustavo Beytelmann el piano se hace eco de la sucesión infinita de los juegos de espejos de la memoria. Memorias arrastradas en los bultos de los inmigrantes embarcados sobre improbables Mayflower en búsqueda de un mundo sonado. Memorias llenas de Chopin, de Brahms y de Schumann viajando en lo más profundo de los pianos. Era necesario no menos que eso para afrontar los tormentos del desarraigo ! Llevarse consigo una parcela de tierra natal en la forma de un mueble de 300 kilos dotado de todos los refinamientos tecnológicos aparecidos desde los Medici en Florencia hasta la mecánica del doble escape imaginado por Sébastien Erard y promovido por Luis XVI.
De esta historia que mira los barcos llegar desde Europa a los puertos de las Américas, desde el Caribe hasta el río de la Plata, surgirá la gran aventura de las músicas populares del siglo XX. Las grabaciones de piano solo que sobreviven de esta gestación atormentada ofrecen similitudes sorprendentes entre ellas, antes de dispersarse según las historias y los territorios respectivos. El piano es su protagonista : montunos de Cuba, mazurkas de Guadalupe, ragtimes de la Nueva Orleans o tangos de Buenos Aires. Estas lenguas nacidas del violento encuentro de Europa con África que expresa sus identidades y afinidades sobre fondo de desaparición de civilizaciones amerindias . Basta escuchar las grabaciones
de la música de Ignacio Cervantes, los viejos rollos de Scott Joplin o de Jelly Roll Morton para convencerse.
Acá pensamos más bien en el piano de Osvaldo Pugliese o de Horacio Salgán que Gustavo Beytelmann hace revivir. Sin embargo la decisión del instrumento único determina el sentido del C.D.
Fuera de toda instrumentación significante, despojado de los oropeles del folklore, obligado a expresar la escencia de la música, el piano aparece en toda su soledad. Si « Palomita blanca », « Corralera » o « Niebla del Riachuelo », restituye el autor/intérprete de este álbum a la memoria de su pueblo de infancia y a las orquestas de baile que tocaban cerca de las ventanas de su casa, es desde luego el tratamiento aplicado a esas obras míticas que ubica al artista en su época.
En este sentido, el título epónimo expresa lo esencial : « No nos quedemos, sigamos, por favor ! » Sin embargo, Gustavo Beytelmann no da vuelta la página, más bien la extiende, le da profundidad, le encuentra transparencias.
En este CD de tangos en piano solo, no encontrará pollera con tajo ni medias caladas ni gomina de bailarín. Déjese simplemente llevar por el discurso de un artista exigente que ha sabido apropiarse un pasado plural y devolverlo fecundo.
Grabado en Buenos Aires en Cosentino Studios, Marzo 2004.
Producido por Ignacio Varchausky.